viernes, 22 de febrero de 2008

EL VIAJE DEL PLAYMOBIL ALFARERO

Hubo un tiempo en que el “El Conde de las rueditas” viajó por Escandinavia. La antigua y mitológica península europea lo atrajo por sus gnomos, sus duendes, gentes de tamaños con los que el “El Conde de las rueditas” se llevaba bien. Le dijeron que allí había excelentes alfareros, y una vez, en Helsinski, conoció a un playmobil alfarero, nacido y criado en Finlandia, que le enseñó sus prodigios. Al “El Conde de las rueditas” le gustaban esas piezas diminutas, con muchos detalles, porque le mostraban que también la delicadeza puede ser poderosa. El playmobil alfarero pertenecía a una familia noruega cuyos orígenes se remontaban a los tiempos de los vikingos, y vaya a saber uno por qué solían ser tomados como modelos por una empresa fabricante de juegos para niños. El playmobil alfarero vivía con sus hermanitos playmobil en una aldea fría de montaña, tan fría que sus vecinos eran esquimales y moraban en iglúes. Los playmobil llevaban una vida pacífica, laboriosa, en contacto pleno con la naturaleza, los dulces y las arcillas. Su principal actividad era el torneado de piezas para uso propio, y de vez en cuando, sólo de vez en cuando bajaban a los puertos e intercambiaban sus productos con otros pueblos del viejo continente. Así, era común verlos descender en caravana por el mapa, mientras se dirigían a Oslo, Göteborg o Estocolmo. Cuando el “El Conde de las rueditas” conoció al playmobil alfarero, de inmediato se hicieron amigos. Durante varios días éste le mostró sus avances en la materia, el “El Conde de las rueditas” tomó apuntes y fotografías, y tras una breve estadía tuvo que marcharse con destino al sur del mundo. El “El Conde de las rueditas” regresó a Buenos Aires lleno de entusiasmo e ideas, y compiló toda la información en un pequeño libro que jamás editó. Nunca más tuvo noticias del playmobil y su familia. Hace pocas semanas, sin embargo, el “El Conde de las rueditas” recibió un e-mail. El hombre pequeño de la aldea fría de los dulces y las arcillas le decía que un importante compromiso lo traería al Río de la Plata. Será para fin de año, le dijo. Y quiero verlo a usted y a su gente, y conocer todo lo que me contó sobre el taller de Riglos y sus cosas. El asunto del e-mail decía “viaje”, y el “El Conde de las rueditas” le respondió y lo guardó con la esperanza de que el encuentro se realice. Desde entonces prepara la bienvenida, el agasajo, y el playmobil alfarero puede llegar en cualquier momento.

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